jueves, 13 de agosto de 2009

Guilin Express

Con un vuelo para Pekín a las cuatro de la tarde, sólo tenía unas pocas horas para ver la parte luminosa de Guilin (la oscura - esa sabia combinación de ratas, tatuajes y concesionarios de motos - ya había tenido oportunidad de disfrutarla a tope) así que después del desayuno, me separo de Alfonso y Patri y me dedico a recorrer los atractivos turísticos de la ciudad... contrarreloj.

Primero me acerco a la colina de la Trompa del elefante.















Después vuelvo a las pagodas. Las que vimos anoche. Una de ellas está en el interior del lago, sin que se vea ningún puente por el que acceder.




















Me sorprende ver que... la manera de llegar a esa segunda pagoda es un túnel subacuático que la comunica con la primera.





























Como se puede deducir de lo del túnel, las pagodas han sido reconstruidas totalmente. De hecho, en su interior hay sendos ascensores.
En el piso superior de la segunda pagoda, veo esta gran imagen de Buda. También hay fotos de un caballero ataviado como el Dalai Lama, pero que evidentemente, no es el Dalai Lama. Tomo otra nota mental, cuando vuelva, tengo que enterarme sobre la situación del budismo en China. ¿Existen líderes budistas aceptados por el Gobierno Chino? ¿Sustitutos aceptables del Dalai Lama?



















He quedado en el hotel con Patricia y Alfonso para compartir un taxi hasta el aeropuerto, pero mi visita turística ha sido tan rápida, que tengo media hora libre. Paso frente al río Li y, soprendentemente, veo a bastantes chinos bañándose. Voy en calzoncillos, pero decido bañarme, creyendo que, al ser de estilo deportivo, mi aspecto no le llamará demasiado la atención a nadie.
Pese a lo que decía una advertencia del hotel, el río es muy apacible y el agua parece estar limpia. Salgo del río, feliz y refrescado, un chino que también se estaba bañando se ofrece para tomarme un par de fotos. Poso, satisfecho.
Luego veo las fotos. Vaya. No, eso era claramente un calzoncillo. Tomo otra nota mental: no volver a posar jamás en esa postura.
Ahora entiendo porqué el chino que tomaba las fotos estaba tan risueño.
No, no pienso publicarlas. Jamás.
Patricia y Alfonso se quedan en el restaurante del aeropuerto de Guilin. Yo tengo que embarcar para mi vuelo a Pekín. Nos despedimos hasta Chamberí. Ha sido estupendo tener unos compañeros de viaje así. Sin ellos, sólo hubiera conocido la injustamente desconocida cara turbia de Guilin.
Dos horas de retraso. Nos dan la comida en el avión, antes de que éste despegue. Esto se está convirtiendo en una costumbre en mis vuelos chinos.
Por fin, el avión despega, me lleva de vuelta a Pekín, donde empezó este viaje.

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